Toda historia tiene un principio. "El Cum Laude más negro"
Toda historia tiene un principio y esta comenzó en 1999: una joven estudiante de Geografía e historia, con vocación de arqueóloga desde que tenía uso de razón, estaba haciendo prácticas en una excavación aquel verano; ¿la recompensa?, además de un papel que certificaba que había pasado varios meses excavando, también la oportunidad de hacer su primer artículo sobre uno de los objetos selectos que se habían localizado en el yacimiento durante los tres años que habían durado las excavaciones. Había mucho donde elegir: un contundente grupo de herramientas y armamento de hierro de enorme interés; un conjunto de hermosas piezas de bronce de aseo y adorno personal; restos de industria ósea con enormes posibilidades…; pero hubo algo que la atrapó desde que vio los materiales sobre la mesa, una pequeña y solitaria cuenta de collar de color negro, de azabache, de poco más de un centímetro…. Mientras indicaba en voz alta su elección y cogía la cuenta para verla a detalle, escuchaba los comentarios de fondo "¿y qué vas a sacar de una única cuenta de collar?". Ella solo sonreía y sabía que ya no había vuelta atrás.
Evidentemente esa estudiante era yo. De esa cuenta surgió un artículo que se publicó en 2003, en un monográfico sobre aquel yacimiento. En ese intervalo de tiempo terminé la carrera y entre 2002 y 2003 hice los cursos de doctorado y lo que en aquel momento se denominaba Tesina. ¿El tema? Por supuesto el azabache, con aquella cuenta como punto de partida, que me llevó por caminos curiosos que nadie había transitado anteriormente, ya que era un área que prácticamente no había sido abordado arqueológicamente en la península ibérica. El trabajo de investigación me permitió determinar que la cuenta de collar, que había aparecido en un contexto medieval, posiblemente era un atesoramiento por hallazgo casual de cronología anterior, tardorromana o tardoantigua o una imitación de aquellas. Es aquí donde comienza la historia que me ha llevado a "Granada, 3 de octubre de 2023" como fecha "épica" para el recuerdo de mi trayectoria arqueológica, pero, fundamentalmente, personal.
El día de la tesina, en 2003, ya fue un día realmente bonito. Ese día se defendían tres trabajos con el mismo tribunal y a mí me tocó la última (una vez más el 3…). El tribunal fue especialmente duro con alguno de ellos; así que yo, sentada en la sala, tímida en aquellos tiempos hasta límites insospechados y que había decidido, por primera vez y a pesar de mi "pánico escénico" de aquella época, no preparar absolutamente nada para no "leer papeles" durante mi exposición; no sabía muy bien si quedarme o salir corriendo. Llegó mi turno y me sentí inesperadamente segura y tranquila, pensando en que, simplemente, iba a hablar de un tema que ya me apasionaba y solo por eso ya merecía la pena. Estaba resignada a aguantar y aceptar el chaparrón posterior con una sonrisa. El resultado fue una lluvia de críticas tan positivas a mi trabajo, que realmente fue inesperado y abrumador.
Después de aquello todos me animaron a continuar con esa investigación y hacer a futuro una tesis en esa temática siguiendo la vía de la investigación. Aunque en principio pensé que ese sería el camino, muy pronto determinados acontecimientos me llevaron a decantarme rápidamente por la arqueología profesional y simplemente disfrutar y trabajar de lo que tanto me gustaba. Desde entonces mi trabajo ha estado ligado a diversas vertientes de la gestión del patrimonio cultural, especialmente a la arqueología profesional y a la ilustración científica, con ramificaciones muy variadas consecuencia de tener una mente excesivamente activa e inquieta desde el punto de vista cultural y artístico.
Los años pasaban entre excavaciones, proyectos etc., pero mi obsesión con el negro no se quedó aparcada, ni mucho menos. Todos los compañeros de profesión con los que me he cruzado han sufrido mi particular tercer grado monotema habitualmente poco fructífero: "¿sabes lo qué es el azabache? ¿has encontrado alguna vez azabache? ¿te ha salido algún material negro en alguna excavación?". Hasta el punto de que algunos directamente me conocen como "Andrea, la del azabache"; y sí, efectivamente esa soy yo, no hay dudas.
Paralelamente a mi trabajo, mi investigación continuó, pero ya a otro ritmo, al que yo me imponía como un mero disfrute personal, desde muchas perspectivas, pero sin una línea de trabajo específica marcado por ningún plazo administrativo ya fuera del "redil académico". Simplemente buscaba, leía y visitaba algunos museos cuando tenía tiempo o simplemente cuando apetecía, sin fechas, sin retos. Eso sí, con la suerte de que también en mis excavaciones, y cuando menos me lo esperaba, aparecían elementos de esta materia prima que no le aparecía a casi nadie y fomentaban esa negra obsesión. Cosas de la serendipia quizás... La tesis siempre fue también un quizás, una idea a retomar a "futuro", cuando me apeteciera, cuando tuviese tiempo, sin más, sin prisas, sin fecha, sin metas concretas y sin compromiso alguno conmigo misma ni con nadie, si al final no lo hacía. Mi investigación ha estado ligada al azabache en todas sus facetas desde la prehistoria hasta la actualidad, pero muy alejado de los enfoques tradicionales, más localistas o regionales, que otros autores abordaron, sobre todo el en siglo XX más en relación al Camino de Santiago. Esto lo hace todo más complejo, pero sin duda más interesante y con una mirada que rompe tópicos y barreras en un mundo muy encorsetado y cerrado.
Bien aconsejada publiqué parte de mi investigación más personal a finales de 2019, centrada en una parte concreta, el uso y explotación de estas materias primas en época romana y la tardoantiguead principalmente, algo pionero y no abordado hasta ese momento; un trabajo que, aunque muy extenso era solo una pequeña pincelada de todo lo que había en mi particular anaquel mental dedicado al negro y que terminó siendo el germen de la tesis.
Y así llegamos al último trimestre de 2021...Es curioso cómo se presentan las cosas, cómo el detonante de una decisión trascendental puede ser lo que menos te esperas; cómo algo que es una idea sin definir, lejana y a futuro, sin compromiso, sin prisas, solo un boceto y otra vez un quizás, se hace palpable en cuestión de segundos en una llamada telefónica con una amiga, a la par colega y después directora y guía fundamental durante todo este proceso. Sí, en tan solo unos segundos y con solo unos días para reaccionar todo cambió y me vi envuelta en toda una aventura y fundamentalmente un reto profundamente ambicioso tanto en tiempo, como en contenido: plasmar en una tesis todo lo que tenía en mi cabeza sobre un territorio tan vasto como la península ibérica en general y todo esto a tiempo parcial, siendo autónoma y con una idea clara pero con todo por hacer: viajes, visitas, museos, consultas, investigación, lecturas, fotos, catálogo, mapas, fuentes, ilustraciones, muestras, análisis…y lo más importante, escribir. Han sido dos años intensos, un 2022 de viajes y búsquedas y un final de 2022 y especialmente este 2023, un tiempo de encierro, sin descansos, sin vida más allá de una pantalla, días sin levantarme de la silla y muchas noches en blanco; días muy complicados en los que literalmente no podía más y mi cerebro solo me pedía parar. Y así llegamos a "Granada, 3 de octubre de 2023", un día realmente bonito, redondo y gratificante en el que todo el esfuerzo, momentos complicados, la ansiedad, el estrés y todas las noches sin dormir y el tremendo sacrificio personal merecieron la pena, sin duda ninguna.
Hoy, 19 de octubre, escribo estas líneas sentada en una habitación de hotel en Barcelona, después de toda la resaca emocional de las últimas semanas y de haber recibido la notificación de la mención "cum laude" esta tarde en medio de un aeropuerto. Ahora, por fin, y con una gran sonrisa, ya puedo decir que las cosas pasan justo en el momento adecuado, ni antes, ni después. Son las cosas positivas y negativas las que me han traído hasta este momento exacto y en estos términos y a pesar de todo, no cambiaría nada, porque es todo eso lo que me ha permitido tener el privilegio, el gustazo de hacer la tesis en la Universidad de Granada y la suerte de que la haya dirigido una persona a la que admiro profesionalmente y en la que tengo confianza ciega a nivel personal y con la que siempre estaré en deuda por coger mi mano en un momento complicado y hacerme ver que ya era el tiempo de volver "sí o sí" a la vía académica y sin tiempo de reacción. Gracias Macarena Bustamante por la confianza absoluta depositada en mí y en mi trabajo, así, sin pensarlo ni planearlo; por saber ser amiga, cómplice y "jefa" cuando tocaba serlo; por aguantar mi humor negro de dramaqueen y todas mis catástrofes informáticas y mi "vida al límite" hasta el último minuto, del último día, sin que te diese un ataque al corazón y, sobre todo, por dejarme hacer en buena medida lo que me ha dado la gana. Ha sido un auténtico placer hacer este recorrido final de esta negra historia contigo y quiero que quede por escrito, porque seguramente no te lo he dicho lo suficiente. Por supuesto, igual de privilegio ha sido tener de codirectora a Mercedes Murillo y que decidiera unirse a este loco y ambicioso reto. Pechi, sin ti hubiera sido imposible hacer una parte fundamental de este trabajo, en el que queda un largo camino que recorrer. Gracias por tener siempre palabras de apoyo y sobre todo por entender que abandoné la química en el instituto y tenerme infinita paciencia. Y por el privilegio de tener como tribunal un quinteto de auténtico lujo que pusieron la guinda al pastel ese 3 de octubre en todos los sentidos. Gracias Gisela Ripoll, Miguel Cisneros, Adolfo Fernández, Catarina Viegas y Alberto Dorado.
Gracias también a todos los que de una u otra forma habéis formado parte de esto.
Si el azabache fuese una tarta sería, sin duda, una de Guiness.
Andrea Menéndez Menéndez